sábado, 5 de septiembre de 2009

Predestinados #3. HIJOS DESDE LA ETERNIDAD. Por Gonzalo Solano.

Es nuestra oración que el Señor abra el corazón de cada uno de los que visitan este blog para conocer de sus inescrutables caminos, "...para que el Padre de gloria, dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, alumbrando los ojos de su entendimiento, para que sepan cuál es la esperanza a que Él los ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos… Ef. 1:17-18”

Hijos desde la eternidad:

Cuando Dios hizo al hombre dice en Génesis 1:27 “Dios creó al hombre a su imagen: lo creó a imagen de Dios, hombre y mujer los creó” y continúa diciendo que Dios les dio autoridad a ellos para gobernar sobre la creación que Él había hecho.

Cuando Adán y Eva pecaron, siendo tentados y engañados por “la serpiente” Gén. 3, ellos traspasaron la autoridad que habían recibido de parte de Dios a Satanás, perdiendo así todo derecho a gobernar, pasando luego de gobernadores a gobernados por el diablo.

Así que, por el pecado de Adán y Eva, toda la humanidad heredó el pecado y murió espiritualmente – “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como pasó a toda la humanidad. Rom. 5:12”.

Más Dios en su presciencia (1Ped.1:2), ya había predestinado a su Hijo Jesucristo (1Ped.1:20) para libertar a sus escogidos de la esclavitud del diablo, a través de su sacrificio en la cruz del Calvario.

Debe de llamarnos mucho la atención, que el mismo Jesús cuando llevó a cabo su ministerio aquí en la tierra, hizo algunas declaraciones que nos deben poner a meditar en su Palabra, y sacar conclusiones para afirmar nuestra fe en que Dios nos conocía como dice las Sagradas Escrituras, desde antes de la fundación del mundo.

Cuando Jesús hablaba con Nicodemo, da una declaratoria hermosa: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. Juan 4:17”.

Luego, cuando le llevan los fariseos a la mujer adultera, después de aquella gran lección que les da cuando les dice: “el que de vosotros este sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” ¡que gran lección!; da otra declaratoria parecida a la de Nicodemo, cuando le preguntó a la mujer que donde estaban los que la condenaban, ella le respondió que ninguno estaba, a lo que Jesús le dice: “Ni yo te condeno… Juan 8:11”

La tercera vez que Jesús declara algo parecido a las anteriores, es cuando va a casa de Zaqueo, y dice la escritura que al ver esto todos murmuraban contra él diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Después de las palabras de salvación para Zaqueo, Jesús dijo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Luc. 19:10”

Tome muy en cuenta estas declaraciones de nuestro Maestro, pero antes veamos el evangelio de Juan.

Juan declara en su evangelio hablando acerca de Jesús: “A lo suyo vino, y los suyos (como hebreos humanamente) no le recibieron. Juan 1:12”

Hemos encontrado creyentes y peor aún, a predicadores que ignoran esta verdad recitando este verso de Juan 1:12 como: “A lossuyosvino, y los suyos no le recibieron…”. Pero lo que en verdad dice es: “A lo suyo vino…”. Y es que Jesús vino a hacer lo suyo, muy específicamente lo suyo.

Ahora retomemos las declaratorias de Jesús:

1- Él (Jesús), según los pasajes anteriores que leímos, no vino a “condenar al mundo, sino vino para que el mundo sea salvo por Él”.
2- Jesús como le dijo a la mujer adultera dice a los escogidos de Dios “ni yo te condeno”
3- Jesús como en la casa de Zaqueo nos enseña que: “Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”

El escritor a los Hebreos, en su carta plasma verdades fundamentales para enseñar a los que más bien deberían de enseñarnos a nosotros los gentiles, pero que por la falta de conocimiento les fue necesario explicarles, lo que Jesús vino a hacer por los escogidos de Dios.

El escritor toma parte del Salmo 22:12 “Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré… Heb. 2:12” y nos descubre un misterio para que conozcamos acerca de la escogencia de Nuestro Padre Eterno, y es el verso 14 de Heb. 2 que dice: “Así que, por cuánto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”

Este pasaje nos enseña: Que los hijos de Dios, conocidos por Él antes de la fundación del mundo, vinimos a participar de carne y sangre (cuerpos humanos). Al entrar en la “atmósfera” de este mundo, cuando fuimos engendrados y concebidos por nuestros padres terrenales, fuimos contaminados también por el pecado, “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. Sal. 51:5” ¡por tanto estábamos perdidos!

Entonces Jesús fue enviado por su Padre Celestial para que rescatara lo que le pertenecía, sus hijos. Jesús no vino para condenarnos, sino que vino a buscar (a sus hermanos, Heb.2:12) y salvar lo que se había perdido, pagando un precio muy elevado en rescate de los escogidos por medio de su sangre preciosa: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros. 1Ped. 1:18-20”.

Conclusión:

Creemos sin duda alguna que Dios nos conoció desde antes (Rom.8:29), nos escogió desde antes (Ef.1:4) y nos predestinó (destinó desde antes… Rom. 8:29) en Cristo Jesús, y nos devolvió en Él, la imagen y semejanza que Adán y Eva perdieron en el huerto del Edén; por tanto, si somos hijos de Dios, tenemos la autoridad y el poder de su Santo Espíritu en nuestras vidas, contra todo mal y la vida eterna en Cristo Jesús, porque Él lo hizo ya todo por nosotros.

"…el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Col. 1:13.14.”

Motivación:

Cuando recibí de mis “maestros” la enseñanza del “libre albedrío”, me esforzaba en agradar a Dios como ellos decían: “la salvación que obtuvimos por la fe en Jesucristo, debe ser reforzada, esforzándonos y siendo valientes”, por medio de ayunos y oraciones, vigilias y una serie de practicas que a la postre, cada vez que más trataba de esforzarme, más ineficaz me “sentía”. Aunque muchas de sus enseñanzas no calzaban con lo que veía en la Palabra de Dios, ellos nos achacaban sus años de creyentes como “experiencia” suficiente para no contradecirles. Y si tratábamos de explicar a la luz de las Sagradas Escrituras verdades fundamentales, nos tildaban de rebeldes y divisionistas de la iglesia del Señor, hasta hacernos creer que en verdad éramos nosotros el problema.

Esto mismo está pasando con muchos de nuestros hermanos en todo el mundo. Están sufriendo los embates del enemigo y hombres soberbios que mantienen la grey de Dios bajo yugos de esclavitud, haciéndoles ignorar que la obra redentora de Cristo Jesús no fue a medias sino completa, una vez y para siempre: “mas éste (Jesús), por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Heb. 7:24-25”.


¡Bendecido!

No hay comentarios:

Publicar un comentario